Aquí, henos aquí,
ya viudos de nuestros dioses,
viudos del sol, del agua
y de la luna llena.
Adentro
frente al brasero
quemamos lengua y memoria.
Afuera
florece el ulmo, la lluvia
moja al laurel
que brilla en mitad del monte.
¿Para quién brilla el laurel?
¿Para quién moja sus ramas?
De lejos se escucha el mar
y el graznido del güairao…
Jaime L. Huenún
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